Sobre la contabilidad forense

La Contabilidad Forense (CF) es la parte del análisis financiero que sirve para examinar la calidad de la contabilidad reportada por una empresa: cuanto más fiel sea el reflejo de la realidad empresarial que hay tras ella, mayor será su calidad.

El análisis forense de la contabilidad es una cuestión capital pues, al analizar una compañía, sólo se puede confiar en las cuentas reportadas si su calidad tiene un nivel mínimo. Cuanto menor sea su calidad, mayor ha de ser la desconfianza.

Precisamente, la desconfianza es el leitmotiv de la CF. Los inversores hemos de interiorizar que “el objetivo de la publicación periódica contable por parte de las empresas no es informar, sino captar capitales al menor coste posible”1. La CF existe como consecuencia de este conflicto de intereses entre empresas e inversores. Para protegernos, la CF busca incoherencias entre los números reportados, la narrativa del equipo directivo y la opinión que el mercado tiene de ella. Se trata, por tanto, de uno de los principales mecanismos de protección con el que contamos.

En este artículo explico para qué sirve la CF, describo las condiciones necesarias para ponerla en la práctica y presento los principios generales de mi propia metodología como ejemplo de todo lo anterior.

 

La Contabilidad Forense en la práctica

La CF sirve para:

  1. Descartar inversiones. Ocurre cuando un inversor excluye a una empresa de su universo de inversión por tener una mala calidad contable. En este caso, la CF sirve para evitar un riesgo.
  2. Localizar posiciones cortas. Ocurre cuando un inversor decide abrir posiciones cortas ante la sospecha de que la empresa sea un fraude o que necesite hacer un severo ajuste negativo en sus cuentas. En este caso, la CF sirve para asumir un riesgo.
  3. Seleccionar coberturas. Ocurre cuando un inversor decide cubrir una de sus inversiones con una competidora que tiene una mala calidad contable. La idea es que, ante un evento de riesgo común para ambas, la empresa débil (la de mala calidad contable) sufrirá más que la fuerte. En este caso, la CF sirve para reducir un riesgo.

A pesar de sus importantes aplicaciones, la CF es una práctica minoritaria pues, en general, los inversores cuentan con pocos incentivos para implementarla. Esto se debe a que la mayor parte de procesos de inversión carecen de una cultura de seguridad2 adecuada.

El análisis forense de la contabilidad consiste en acumular indicios. Es un trabajo en el que nunca se obtiene una evidencia irrefutable. El analista, por más que profundiza, siente que sabe más de lo que puede demostrar.

La cultura de seguridad es fundamental para que un inversor no abandone la CF ante los falsos positivos y falsos negativos que produce. El analista forense ha de asumir que no existe la prueba definitiva que demuestre un fraude y que la ausencia de indicios tampoco lo descarta. Ante esta falta de certidumbre, de su cultura de seguridad depende que un inversor ignore una señal de alarma o que se preocupe ante ella. Si en su proceso de inversión pesa más la obtención de un beneficio que la preservación del capital, optará por ignorarla.

Por tanto, la CF requiere que el proceso de inversión esté gobernado por una cultura de seguridad que incentive a su práctica. Esta cuestión es fundamental por la especial naturaleza del análisis forense: cuando la CF evita una pérdida significativa, el impacto en el capital del inversor es cero, no se nota. La CF sólo se nota cuando falla. Así que, si sus éxitos no son valorados positivamente, ningún inversor se sentirá incentivado a practicarla. La cultura de seguridad es lo único que puede arreglar este desequilibrio.

 

La práctica de la Contabilidad Forense

Mi método consiste en señalar con banderines de alerta las cuestiones contables que me parecen dudosas. Al terminar el análisis miro cómo queda el tablero: si hay pocos banderines, bueno y si hay muchos, malo.

Utilizo cuatro tipos de banderines en función de la importancia de cada duda contable:

  1. Banderines azules. Sirven para señalar las anomalías producidas por la mera traducción de una realidad empresarial a un lenguaje contable. Estas distorsiones son comunes a todas las empresas, carecen de información analítica y, por tanto, han de ser ignoradas. Diferenciarlas de las verdaderas señales de alerta requiere mucha experiencia.
  2. Banderines amarillos. Sirven para señalar la utilización de políticas contables agresivas, dentro del rango de opciones que ofrece el plan contable. Indican agresividad, no fraude. Suelen aparecer en las políticas de reconocimiento contable de los ingresos y gastos, de algunas inversiones o de determinados pasivos, entre otros. Un banderín amarillo por sí sólo no es importante; de hecho, en la mayor parte de casos aparece alguno de vez en cuando. Pero si en una empresa hay muchos, para mí es una señal de peligro.
  3. Banderines naranjas. Sirven para señalar las cuestiones contables que, después de ser ajustadas, difieren tanto del número reportado que mi opinión sobre la compañía cambia. Pueden aparecer después de meter en balance todas las deudas que la empresa mantenía fuera de él o después de ajustar a precio de mercado el valor de una inversión artificialmente sobrevalorada. Si encuentro varios banderines naranjas, la excluyo de mi universo de inversión.
  4. Banderines rojos. Sirven para señalar cuestiones muy sospechosas o muy descaradas. En el caso de la cadena griega de joyas y accesorios Folli Follie3, por ejemplo, un analista recorrió toda su red de tiendas y sólo pudo contar 289 frente a las 630 declaradas. Las empresas que tienen banderines rojos, por lo general, también los tienen naranjas y amarillos. Son empresas con contabilidades fraudulentas que han de ser evitadas.

Por último, siempre me fijo en si los banderines están concentrados en un estado financiero o si han hecho metástasis por la cuenta de resultados, el balance y los estados de flujo de caja.

La principal ventaja del uso de banderines es que me fuerza a realizar un análisis cualitativo de la contabilidad, a pesar de que la mayor parte de información que utilizo sea cuantitativa. El análisis forense se basa en pensar, no en calcular. Por lo que, al igual que en otras facetas del análisis de una empresa, también aquí lo cuantitativo ha de estar al servicio de lo cualitativo.

En el esquema4 que utilizo para analizar una compañía, la CF ocupa dos posiciones de especial relevancia estratégica. Primero, la CF es una de las partes más importantes del análisis preliminar. Si la empresa no alcanza unos mínimos de calidad contable, dejo de analizarla. Segundo, el análisis forense detallado lo realizo después de haber analizado el negocio. Esto se debe a que sin conocer la situación operativa no puedo entender el significado y las implicaciones de importantes cuestiones contables. En otras palabras, mi proceso de análisis empieza y termina con la CF, como reflejo de su importancia.

En cuanto a la interacción con las compañías, dar por supuesto el conflicto de intereses que señalaba antes facilita el entendimiento de la otra parte. Las empresas buscan capital al menor coste posible, para lo cual mostrarán siempre su mejor cara. En ocasiones esa fachada es falsa. En todos los casos de fraude que he analizado siempre había una explicación plausible y no comprobable para justificar las distorsiones contables. Es la dosis de desconfianza lo que hace que el inversor acepte la explicación o que sospeche.

En algunas ocasiones, esa explicación se reducía a un tú no entiendes la compañía. Este tipo de comentarios buscan generar la parálisis del inversor. Las empresas y otros inversores saben que el miedo de un analista a parecer tonto supera su miedo a demostrarlo y juegan con ello. Para mí siempre son una señal de alarma.

 

Conclusión

El inversor que practique la CF tiene una ventaja informativa sobre el resto. Como la mayor parte de inversores la ignoran, el riesgo de una baja calidad contable nunca está bien reflejado en el precio de una acción. Por tanto, cuando este riesgo aflora y es descubierto por el mercado, suele tener un impacto brutal sobre las cotizaciones. Sólo aquellos inversores capaces de medirlo serán capaces de proteger su capital ante él y, llegado el caso, de aprovecharlo para obtener rentabilidad adicional.

Para poner en práctica la CF se debe construir una cultura de seguridad que rija todo el proceso inversor: desde el análisis y la búsqueda de ideas de inversión, hasta la forma en que se miden sus resultados.

La cultura de seguridad es responsable de fijar los incentivos necesarios para que los inversores introduzcan la CF dentro de su proceso. Sin una cultura de seguridad correcta, es imposible que la CF se realice de la manera adecuada.


1. Financial Statement Analysis: A Practitioner’s Guide, de Martin Fridson y Fernando Álvarez.

2. https://www.icsi-eu.org/es/que-es-la-cultura-de-seguridad-icsi.p741.html

3. https://seekingalpha.com/article/4169961-folli-follie-greek-parmalat

4. https://www.youtube.com/watch?v=DuoFCjaeNzY

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